Fue la protectora del despegue. Nacida en 1.897 en Estados Unidos.
En Junio de 1.928, Amelia Earhart se convirtió en LA PRIMERA MUJER EN REALIZAR UN VUELO TRANSATLÁNTICO. A pesar de que la felicitaron por el viaje, ella no había piloteado el avión, lo habían hecho dos pilotos hombres.
Ella manifestó: … “fue una gran experiencia, pero lo único que hice fue recostarme boca abajo y tomar fotos de las nubes”, dijo al aterrizar. “Era simple equipaje, como una bolsa de papas”. En una nota de color agregó: …. “Quizás algún día lo intente sola”. Seguramente, ya sabía que lo haría.
Hizo el viaje cuatro años más tarde. Los periódicos comenzaron a llamarla “Señora Lindy”, pero Earhart no era la copia de nadie. De niña trepaba árboles y disparaba a las ratas con un rifle, y tenía un álbum con recortes de revistas y periódicos en los que se mencionaban mujeres exitosas en actividades tradicionalmente masculinas.
Sus ambiciones fueron al principio amplias, pero siempre altas. Desarraigada con frecuencia a causa de la inestable carrera de su padre, asistió a seis escuelas secundarias en cuatro años, se decía que leía cuatro veces el material requerido por el curso y, en última instancia se la recordó en el anuario de la escuela secundaria como “la niña de ropa marrón que camina sola”. (Se graduó pero no asistió a la ceremonia).
Su ambición encontró finalmente en qué enfocarse en una exhibición de vuelo en Toronto, cuando un piloto acrobático, para divertirse un poco, bajó en picada hacia ella y pasó peligrosamente cerca. Earhart ni se movió. Reflexionó así: ….” El sentido común me dijo que si algo salía mal…. El avión y yo terminaríamos enrollados y formando una bola juntos”.
Sin embargo afirmó: …”Creo que ese pequeño avión rojo me dijo algo al pasar zumbando cerca de mí”. Fuera lo que fuera, esas palabras se quedaron con ella toda su vida.
Su fama creció en los medios de comunicación y comenzó a dar conferencias. Publicó su libro Veinte horas, cuarenta minutos, y contrajo matrimonio en 1931. Earhart continuó impulsando la aviación entre las mujeres, tanto que organizó una carrera aérea para mujeres a través del país en 1929, desde Los Ángeles a Cleveland. Fundó la organización Las noventa y nueve en su habitación de hotel en Cleveland con otras pilotos, pues incluía a 99 miembros. Fue su primera presidenta. En 1930 ayudó a formar y fue vicepresidenta de relaciones públicas de una aerolínea entre Nueva York, Filadelfia y Washington. Su carrera como aviadora no fue interrumpida, pues rompió récords de velocidad para mujeres en su Lockheed Vega.
A esta altura de su vida sentía que era la oportunidad de hacer un vuelo sola por el Atlántico, pues otras mujeres estaban a punto de intentarlo. El 20 de mayo, exactamente 5 años después de Lindy, montada en un Lockheed Vega modificado, realizó el viaje.
Puesto que no tomaba café o té, Amelia se mantenía despierta oliendo sales. Sólo llevaba un termo con sopa y una lata de jugo de tomate. En esa travesía impuso más marcas: primera mujer en hacer un vuelo solitario en el Atlántico, primera persona en hacerlo dos veces, la distancia más larga volada por una mujer sin parar y récord por cruzarlo en el menor tiempo. Los reconocimientos se acumularon. Hizo un tour por Europa; en Nueva York hizo un recorrido bajo una lluvia de pasquines; el presidente Hoover la condecoró con la medalla dorada especial; recibió las llaves de varias ciudades; fue votada la mujer más destacada del año. El congreso la condecoró con una distinción otorgada por primera vez a una mujer.
Ya en 1935 comenzó a planear hacer un viaje alrededor del mundo. El Lockheed Electra 10E fue la máquina elegida. De realizarlo marcaría dos hitos: la primera mujer en hacerlo y la mayor distancia posible circunnavegando el globo en su ecuador. Según ella era el vuelo que le quedaba por realizar.
Amelia regularmente enviaba cartas a George, y en una de ellas escribió: «Por favor debes saber que soy consciente de los peligros, quiero hacerlo porque lo deseo. Las mujeres deben intentar hacer cosas como lo han hecho los hombres. Cuando ellos fallaron sus intentos, deben ser un reto para otros”.
Dra. Patricia G. López.
Abogada de Familia